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Instituto Sonorense de Cultura

Por decirlo de algún modo

Hay una sensación de extrañeza y quizá, dado el contexto, de extravío. El sonido de las risas del público parecen ser contraculturales y contraintuitivas en una presentación de danza contemporánea, generalmente asociada con la solemnidad de lo abstracto, de lo denso, del ejercicio donde el espectador debe entablar un diálogo interno para descifrar el movimiento y el continuo. Pero aquí, en esta segunda noche de la edición 31 de la Muestra Internacional de Un Desierto Para la Danza, la risa se propone como un puente entre el espacio escénico y el público.

Se trata de Por decirlo de algún modo obra de Benito González (Quiatora Monoriel) e interpretado por el Colectivo Danza Espontánea. Una de esas colaboraciones que parecen hechas por el destino mismo: A la mente febril y en constante evolución artística y estilística de Benito, se le suma el modelo de un colectivo que parte de la improvisación de las subjetividades de sus intérpretes, dando como resultado una obra de lecturas infinitas.

Por decirlo de algún modo empieza con una (re)interpretación del videojuego Dance Revolution.Ícono del mundo gamer hace dos décadas y todavía vigente: paroxismo del movimiento, de lo frenético del ritmo, sirve como punto de partida sobre las exploraciones -en forma y fondo- de lo que estamos por ver.

La obra va transcurriendo por un laberinto fragmentado donde la música y lo auditivo van adquiriendo un peso vital. Pieza tras pieza; desde esa música repetitiva que parece encapsular a los intérpretes y al público en una mecánica de la repetición claustrofóbica, situándonos dentro de la virtualidad-o ya con total honestidad: en la tele-realidad que vivimos- hasta una canción hawaiana que va desconfigurándose a sí misma. De una pieza mucho más reposada donde se mueven como un organismo sincrónico hasta un desfile que parece emular alguna pieza de slapstick-más de Buster Keaton que de Chaplin- al ritmo de una canción que bien podría ser alguna canción no publicada de Rockdrigo González ft. Plastilina Mosh.

Lo que vertebra esta narrativa o dramaturgia propuesta por Benito González es lo lúdico, lo irónico, la búsqueda de la reinterpretación de elementos artísticos y populares. En su núcleo reside, indivisible, la apropiación (que van desde el mainstream hasta su propia trayectoria como coreógrafo) y la resignificación de todos estos elementos que dan paso a un nuevo producto, a una forma fresca de acercarse a su quehacer artístico. Vemos laobsesión que colinda con el fetiche de la repetición puesta en escena en La Danza de las cabezas, hasta la construcción de ese collage auditivo y visual-que incluso vemos simbolizada en la vestimenta de los intérpretes del Colectivo Danza Espontánea- que está presente en su Dirty Dances (presentadas en Cineteca Sonora en la edición pasada de Un Desierto Para la Danza).

Su narrativa no lineal, cargada de una sonrisa juguetona, iconoclasta, llega a su cima con una de las últimas piezas, donde se escucha una especie de monólogo o soliloquio que habla del bailarían como el hombre perfecto-irónicamente-. Ahí, Por decirlo de algún modo parece haber despertado un nivel másprofundo de autoconciencia y autoreferencialidad. La narración en voz en off (que en realidad es un texto de Ramón López Velarde) sigue tirando dagas verbales que ocasionan la risa del espectador, como si fuera una especie de mockumentary, los intérpretes se van desperdigando por el escenario.

En una época de tantas tensiones, contradicciones y paradojas (de la información, del humor mismo), Por decirlo de algún modo de Benito González y Colectivo Danza Espontáneo abrazan la idea de transmitir desde el humor, la ironía y en ese envoltorio, hacen efectiva aquella máxima de Wittgenstein que decía que “la filosofía se podría contar con puros chistes”. La risa, consecuencia de un buen humor, es también uno de los gestos humanos más complejos. Ayer, el Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura de Sonora, rió.